Reservas de petróleo estancadas: señales de alerta para el futuro gasolinero mexicano

Reservas de petróleo estancadas: señales de alerta para el futuro gasolinero mexicano

En los últimos años, la industria energética mexicana ha entrado en una fase crítica de transformación, marcada no por el crecimiento, sino por el estancamiento. Lo que podría parecer una cifra menor en el papel –una ligera reducción en las reservas probadas de petróleo crudo equivalente, pasando de 23.181 millones de barriles en 2023 a 23.146 millones en 2024, según datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH)– en realidad representa una alerta que no podemos ignorar.

Este aparente estancamiento en realidad encierra una problemática mucho más profunda. Se trata de la ausencia de nuevas exploraciones, del frenazo a las rondas petroleras y del deterioro progresivo de la autosuficiencia energética de México. Como país productor, hemos dejado de buscar activamente nuevas fuentes de energía, y esto tiene consecuencias que pronto serán tangibles para todos: desde los empresarios hasta el ciudadano común que carga gasolina en su coche.


El desincentivo a la inversión: un freno a la autosuficiencia

Uno de los principales problemas que enfrentamos hoy es la falta de incentivos claros para la inversión privada en el sector energético. La cancelación de las rondas petroleras ha mandado una señal negativa a los inversores. Cuando no hay claridad ni oportunidades reales de participar, el capital simplemente se retrae o migra a otros mercados más dinámicos y abiertos.

Esto ha provocado un efecto dominó: sin exploración, no hay descubrimiento; sin descubrimiento, no hay extracción; sin extracción, no hay crecimiento en las reservas. Es una lógica simple, pero implacable. En lugar de fortalecer nuestra capacidad interna, nos hemos vuelto crecientemente dependientes de las importaciones para satisfacer la demanda nacional de combustibles.

Actualmente, México ya importa cerca del 60% del combustible que consume. Pero si no se revierte esta tendencia, podríamos alcanzar una dependencia del 80% en un futuro cercano. Esta vulnerabilidad no solo compromete la soberanía energética, sino que también nos deja expuestos a los vaivenes del mercado internacional y a los efectos de la geopolítica global.


Importación, logística y precios: un cóctel que pone presión

A medida que importamos más, los costos logísticos de transporte, refinación y distribución también aumentan. Y este impacto se siente directamente en la rentabilidad de las estaciones de servicio. Hoy en día, operamos bajo un tope de 24 pesos por litro, una medida acordada entre el gobierno y los gasolineros que intenta contener el impacto inflacionario. Sin embargo, esta estrategia tiene fecha de caducidad.

El tope de precios es una solución temporal, no una estrategia sostenible. Limita la rentabilidad de las estaciones de servicio y no refleja los costos reales que enfrentamos día a día para mantener operativa una estación: desde el mantenimiento de infraestructura, hasta el pago de nóminas, energía eléctrica, seguridad, certificaciones y mucho más.

Una vez que ese tope se levante –algo que inevitablemente sucederá– los precios comenzarán a subir gradualmente. Y con ello, llegará el descontento social y la presión sobre el empresario gasolinero.


El riesgo latente de los aranceles

A esta compleja situación se le suma un factor que muchos aún no han contemplado del todo: la posible implementación de aranceles a productos energéticos importados. Esta medida, de aplicarse, impactaría de forma directa en la cadena de suministro y, por ende, en los precios al consumidor.

En un entorno donde dependemos cada vez más de las importaciones, imponer aranceles sin una estructura logística nacional fuerte es como ponerle piedras a un barco que ya se hunde lentamente. Sin centros de almacenamiento estratégicos, sin una red de transporte verdaderamente eficiente y sin claridad en las políticas energéticas, cada nuevo obstáculo suma a una creciente sensación de vulnerabilidad.


Dos Bocas: entre la esperanza y la urgencia

Hay un proyecto que podría marcar una diferencia real si se implementa con éxito: la refinería de Dos Bocas. Esta planta representa uno de los principales intentos del gobierno por recuperar parte de la capacidad de refinación nacional. Si logra operar a plena capacidad, no solo ayudaría a reducir la dependencia de las importaciones, sino que podría enviar una señal de confianza al mercado.

Una refinería en operación es también un motor que puede reactivar el interés por nuevas exploraciones, especialmente en aguas profundas, donde se estima que existe un enorme potencial aún sin explotar. Pero para que esto ocurra, necesitamos un entorno propicio: reglas claras, incentivos reales y una visión de largo plazo que priorice la inversión.


El IEPS y la frontera de la competitividad

En medio de este panorama, el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) sigue vigente sin grandes modificaciones. Si bien se han implementado subsidios focalizados en ciertas zonas fronterizas, buscando mantener la competitividad frente a los precios estadounidenses, lo cierto es que la gasolina del otro lado de la frontera sigue siendo más barata.

Esto genera una paradoja en zonas como el norte del país: el consumidor cruza la frontera para llenar el tanque, y el empresario gasolinero mexicano pierde clientes. Incluso con los subsidios, no logramos equiparar la estructura de precios que tiene Estados Unidos, un país con mayor producción, mejor infraestructura y un enfoque estratégico más claro hacia su sector energético.


Una ficción que no se puede sostener

En el fondo, todo esto nos lleva a una reflexión que va más allá de cifras y políticas: estamos viviendo una desconexión entre la percepción social y la realidad empresarial. Para el ciudadano promedio, el congelamiento del precio de la gasolina parece una medida positiva, un alivio en medio de la inflación. Pero para quienes estamos en el sector, esta es una ficción costosa que no se puede sostener en el tiempo.

Vivimos en un mercado que, por definición, debería ser libre. Los precios deben reflejar las condiciones reales del entorno: oferta, demanda, costos logísticos, tipo de cambio, política fiscal, entre otros factores. Mantener artificialmente un precio bajo no elimina los costos, solo los traslada, generalmente al empresario gasolinero, que tiene cada vez menos margen para maniobrar.


El llamado a la acción

Frente a este escenario, es urgente que comencemos a repensar el rumbo del sector energético mexicano. Necesitamos reactivar las exploraciones, abrir nuevamente las puertas a la inversión privada, consolidar la infraestructura logística nacional y garantizar una política fiscal coherente.

Además, es fundamental establecer un diálogo realista entre el gobierno, los empresarios y la sociedad. Solo así podremos construir un modelo energético sustentable, competitivo y verdaderamente soberano. No se trata de elegir entre proteger al consumidor o al empresario: se trata de encontrar un equilibrio que garantice el futuro energético de México. En Verifigas, creemos firmemente en la necesidad de una visión compartida, de largo plazo. Y aunque los retos son enormes, también lo es el potencial que aún tenemos como país. Pero para aprovecharlo, debemos actuar hoy. Porque el estancamiento de las reservas no es solo un dato técnico: es una señal clara de que el tiempo para reaccionar ya comenzó a contarse.

Te puede interesar:

Aranceles y Energía: El Impacto de los Aranceles de EE. UU. en el Sector Energético de México

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *